POEMA EN EL ROPERO

Invíteme a dibujar las curvas que deseo. Verá
que se parecen a las suyas.
A dibujar ciudades y autopistas
en sus tejidos y sus nudos 

invíteme al revés del universo;

Ofrézcame el portal de sus zancadas y derrítame,
a ver si me perturba
el pensamiento submarino y el jadeo tenebroso
de la profunda golondrina sumergida 

en la nube musculosa de sus pasos
que son mis pretensiones de adulador sin disimulo.

Mis fantasías 
acállelas con sus correos
a cada paso, en el braceo y al año nuevo
Murmúrelas apenas por escrito. 

Usted sabe mi nombre y conoce mi dictado.

Sírvame la copa más profunda y mídame el tamaño 
de la sed que yo a usted le tengo.
Incíteme y celébreme hasta el goteo
la cantinela de profeta  que le zumbo 
con perfume macho.

Provóqueme la noche que le tengo prometida.
La misma de la boda primeriza 

que tiene serpentinas y semillas
líquenes y plumas cocorocas.



Atáqueme  de espaldas
y disimúleme en los sueños, cataratas y gorjeos.
Perviértame con golpes de almohadones
y a lengüetazos  
la certeza de este amor eterno que padezco.



Adúleme con la apretada ropa de sus curvas,
y su tatuaje que perturba 
mi ponzoña en la mordida
Osténteme princesa
al sonoro timbre de mis dientes sin vergüenza,
revéleme sin el recato de sus piernas.

Enrúlese los rizos
en sus moños y en su cola de caballo
y con su idioma hispanoamericano
bautíceme con la  miel de sus deseos
que estoy para servirle así torcido y todo.


Mastíqueme despacio, despacito
por el tiempo en espiral y mójese los labios
antes de subir al corcel del carrusel.
Aféiteme las ganas de quererla en el espacio
y en el calendario gregoriano.

Y si no me cree la plegaria ni el apetito de mi rezo
recomiéndeme con otras pibas 
las ganas que se pierde
la jornada voluptuosa que desprecia
y júreme que le sobra  este vicio exuberante
o béseme con su navaja de improperios.

Y apláudame sobradamente la candidez 
por mi descarado atrevimiento
siempre suyo y cuando quiera.