(Homenaje a los poemas satíricos del siglo de oro)
Quiero
una
doncellita cariampollar y repolluda,
que
sus caricias sean amasijos de las pizzas,
que
me sobara y amasara como pan
para
sentir ese sabor aperitivo
a
paladar de jamones y arrollados,
que
su gesto nunca sea alguna vez huesudo, arisco
y
que me coma con sus ojos con inmensa
gula,
como
si fuera yo de almíbar,
o un
postre tímido de helados.
Me
dices que ya no cabes en ti misma de alegría
y
al mismo tiempo
estás
muy gorda con esos kilos supernumerarios
por
lo cual me corres de tu lado.
No
te entiendo.
Es
flaco ese favor el que me haces, mi hermosura.
Te
amo tan intensamente que mejoras mi apetito
si
te veo comer batiendo las quijadas
a sublimes
dentelladas con esas mandíbulas de Alien
No
le haré caso a mis amigos, quienes dicen:
mejor
está sopear el caldo plano de las flacas.
Y
ni sueñes en ponerte a dieta pues te amo gruesa.
Tengo
plena conciencia de tu robustez tan opulenta,
testigo
satisfecho de tus muchas hamburguesas.
Ya
me veo estupefacto ante la mujer Botero
y
aplanado en el generoso pliegue sabrosón
de tus costados
o desmayado
por tu imponente abrazo tipo ballenero.
Mas
no le creo a tu alharaca. Te amo corpulenta. Inmensa.
Debo
confesarte que eres muy estimulante.
Te
reitero: estoy enamorado de todo tu contorno.
¿Hay
acaso algo más provocador que circundarte
como
si yo fuera el estudioso Américo Vespucio?
En
una de esas, descubro generosas nuevas Indias
para
balancearte al compás de tal circunferencia,
si
bien no creo que exista ese tamaño de columpio.
Lo
que pasa es que soy adicto a tus dobles curvaturas
y
a los abrazos acolchados, pues carezco de abstinencia.
Detesto
esas carnes magras del ayuno
a
las que me tenías mal acostumbrado
Antes
que esas patas Broiler, prefiero esos muslos de Godzila
y
me sulibera más la lisura en esa piel de
Moby Dick
que
el brillo pusilánime de una escama de sardina.
Entre
curva y rollo,… prefiero la bulimia;
te
amaría aunque fueses la culona Venus Williams
Es
más; al lado tuyo me siento rutilante,
protegido
y rubicundo querubín con mi Valkiria .
Por
favor no persistas con la dieta de la luna
pues
enfermarás de anemia y languidez a lo Morticia
Te
prefiero obesa antes que blanca vampiresa.
Yo
no podría ser tu conde Nosferatus de ojerizas
con
sabor eterno a sangre en las papilas gustativas
aunque
de vez en cuando me zampara unas morcillas.
El
áureo número del Phi es tu par de grandes senos,
pero
con tanto embelesado por esos círculos concéntricos
me
arremeten celos enfermizos.
Extasiado
estoy también
por
la contundente redondez de tus robustas nalgas
como
nubes de ubérrimos balones o globo de tocino.
y
me excita el meneo mastodonte de tu grupa
decorada
por tus bragas diminutas.
Pero
mucho más amo tus fajas
que
rebosan cuando abunda con tus carnes
el
coloquio atronador de tu enorme digestión
en
tu redondo buche de porcino.
Lo
decidí. Aumentaré de talla para dar felicidad contigo.
Es
probable que yo resulte apretujado dentro de mis ropas
y
me transforme en un tonel voluminoso
orbitando
por tu esfera como un satélite glotón.
Te
juro que daré la talla como sea. Seremos tú y yo
dos
timbales sonando al unísono amoroso.
Pero
tú seguirás siendo para siempre
mi
frágil virgencita de la suerte
aunque
la verdad sea un disfraz piadoso
y
que nunca pueda hacer la vista gorda
con
nuestro amor voluminoso.
Dame
un beso delicado y redondito
ya
que diste al blanco en mi chiflado corazón.
…
y pensar que cuando me casé contigo
cabías
con sobrada holgura
en
la bolsita de un pompón. ©