CITA A CIEGAS



Señorita
con esa cara de su estampa puede que no acierte
y lo que sueño se me trice
Es una idea que me ronda desde hace algunos meses
y me convence.
Con usted padezco de amores cerebrales
Me apasiona su intelecto cuando usted me contradice
pero mucho más cuando me escribe.

A esa cara con linduras que me ha puesto en esta foto,
no le creo.
Todo en el retrato es nítido,
límpido en la imagen de ese espejo tan perfecto. Y la veo
mas no creo.
Las bellezas frías por lo general son antinaturales.

La curva dura y gruesa de sus labios opulentos,
la mirada mansedumbre de la estampa,
el silencio hermoso que aparenta lucidez
y el áspero placer de la mudez.
A todo eso
sepa usted que no le creo
pues si no, sería la mujer diez.

Mas extraño su caligrafía reclinada
frágil, perfumada con su lujo quieto
que me vibra en la mirada y que bendice
sus escritos eficaces que parecen vendavales.
Me predice el corazón con todo este alboroto
y tuérceme la tripa con sus malestares.
De su letra,
estoy enamorado hasta los huesos.

Es probable que me imagine cosas:
que tengamos diferencias abismales,
que efectivamente usted sea una diosa
seductora a todo evento
o la mujer peluda con vicios de tullida,
o que usted acuda a la cita mal vestida,
incluso hasta con el perverso mal aliento
y no se parezca en nada a la damisela de esa foto.

Es posible  señorita,
que usted ya esté comprometida
y me convenza de que soy un achacoso.
Un perfecto mamotreto.
Sería mi descargo si eludo algún encuentro
Al fin y al cabo yo padezco de pudores monacales.
No se sorprenda si yo paso de largo indiferente.

Me da mucha pena confesar la cobardía inmensa
y este miedo colegial de enamorado postulante.

©