AL SALIR DE LA DUCHA



                    

(Tema para el debate)


Se sobrentiende que en el saco de mis huesos
hay que tener en cuenta que todo es
puro pellejo.
Lo digo desnudo; parado en el espejo.

Sobre grandes pecas de mis hombros está mi cráneo móvil
con párpados que a profundos pozos va con sus recuentos
y vapores con sabor a nada
que son los parpadeos ya perplejo de mi perfumado espejo.

Aquí la muda abrióse sin decir que era la mía
y las disculpas tambalearon sobre densos besos.
Mis labios son muy gruesos y mi lengua impresionante.
Es capaz de lengüetear hasta la cadena nacional.

Cada labio apretando mis secretos,
dispara silentes pensamientos a plena moda
y me besa ondulando su visera rubia de bigotes.
Se me ocurre en el enjuague cada cosa.

Deja de arrugar el entrecejo que ya explico.
Ocurre que me asaltan pensamientos majestuosos
cuando sin disfraz estoy desnudo
contemplando cada curva de mi músculo fastuoso.

Lo digo parado en este espejo contemplando el cráneo denso
mi soberbia espalda y mis glúteos petulantes
como mármol para un cincelazo de Camille.
Déjame ser un poco presuntuoso. Soy así.

Está la nasal sin armonía oliendo a contraviento
muy viril y largamente inquisidora de algún pliegue
que sospecho no has contado
y que es tu cicatriz del bajo vientre que ya olí.

Atrás; la nuca ciega
y sin respuestas golpeando aún está la puerta.
Dicen que por allí pasó mi esposa, Laura, Lili y Rosa
y la maldita enfermedad de mi trabajo.

Cada oreja muerta es Cristo y padre, amortiguados.
Me vienen las difuntas con gran miedo
a escuchar lo precario del sustento
a pesar de que estoy asegurado.

Y mis grandes genitales como frutas
meditando el por qué de sus tristezas cuelgan muy espesas.
Aun están adoloridas por el largo viaje hacia Venecia
desde el Gengis Khan hasta la Persia.

Sin embargo han hecho comentarios muy extravagantes
mis fieles militantes y los perdono
pues no saben lo que duelen las esperas
en el duro banco de una línea férrea.


Mi estómago está plano como el tambor de los comanches
o el kultrun de los mapuches
y podrías darle y darle y hasta pedirle
como al bombo de los circos y no fallarte.

Desprecio el callo de los sesos.
Se hace sabio por osmosis mientras pasa el tiempo.
Para eso con el verbo hago acrobacias
dicen que mentir aplaca toda sed de fiestas patrias.

¿Y mis caninos? Están perfectos,
ordenados
 brigadieres en un desfile militar.
Mascan exactamente su alimento
tal cual dictan los modales, la muerte y sus lebreles.

Y todo el esqueleto me sostiene
más valiente que Flash Gordon
con la arquitectura de los góticos,
y la firmeza catenaria de Gaudí.

Como en las películas del cine matiné
este cuerpo portentoso tiene telarañas
con su hombre lobo y sus vampiros ebrios
legionarios todos de la Orden del Fernet.

Después de aplicar el escalpelo
en púdicos sectores de mi cuerpo
lo que ocurre más allá de ciertos versos no comento
a lo Dante o Maquiavelo fue saqueado y desplumado.

Cuidadoso estoy
de mis amables aspavientos y maneras.
Con mis dedos hundo mis pasiones y aplaco tus deseos.
En eso soy muy fino y eficiente.

Los intestinos y aparatos son complejos
con ellos no me meto. Están bajo mi cuero
y nadie sabe lo que el destino les depara
cuando estamos viejos

ni siquiera me divierten con sus muertos
pesando kilos sin saber de lo que mueren
en esos vericuetos de largas cabalgatas
o al fugaz disparo de un breve telegrama.

Prefiero al seso ausente,
la pompa petulante
y ríase la gente a carcajadas:
¡Mi larga cabellera perfumada!

Vanitas la melena desdeñada
deliberadamente vana
flameando en las esquinas por placer a lo que vuela
la sacudo avariciosa.

Lo que más quiero en este mundo es lo mejor.
Se desplaza ufana entre la gente como gran cascada
Esperando los retratos, la mirada codiciosa
y un excelso comentario por las llamaradas.

A ver si tengo suerte con mi humorada juguetona.
Parado de puntillas en el abismo de todas las baldosas
tengo un gran cuidado al ejecutar la partidura
y se me cae la toalla.

Estoy muy peinado y en pelotas
sin que se noten esas cicatrices de lirismo,
que me arranca por de pronto,
esa peineta de amargura en la página que cuento.

Si supieras lo que hago para mantener a punto este portento,
en todo su esplendor y lo que es
mi grácil cuerpo,
No adivinarías.

¡Y una vez más,
ya tengo olor a nuevo!

Por favor espera, no te vayas 
que ya llego.