Soy el cadáver que nadie abraza
y de la dicha en la cocina
desterrado.
Son, hermanas;
el abrazo que se cae
y el paso que no he dado
en los cantos desde el cielo.
¿Quién puede caminar sobre mi
frente,
y decir que en el cielo están
cantando con la rima de mi nombre?
Madre mía que te veo
en la cuna de cada desventura
y a ti Padre mío que laboras
cada paso que yo olvido:
¿Ven al Dios pisando mis
párpados caídos?
Dios que tanto hiere
avanza con sus catedrales a
mi pecho
y tiene cada día con sus
hostias
la espada herida que a mi
pecho infiere.
Abrasen a este hijo que se
muere,
padre y madre
si es que pueden.