si estoy recién y a mil
inaugurando la adultez que ya disuelve
al peligroso adolescente puro que ya era?
Es muy larga la pregunta y confusa la respuesta.
Ese imberbe que yo era ya no juega
pues no miente.
Soy el hombre solemne desde ahora. Lo prometo.
Y soy el hombre bajo las páginas del diario
Se me sale un nuevo rezo en vieja boca.
Me persigno.
Me aproximo a la lluvia desde el hombre tembloroso que ha nacido.
La lluvia es cerradura
que balancea peligrosamente mi nombre de costado
por lo tanto desde ahora
soy el hombre del candado
con sus lluvias principiantes al pie de su nuevo acantilado.
Me mareo.
Soy el hombre nuevo que ha nacido. Te repito.
Hay herrumbre, volantines,
en mis pasos aprendices con nuevos filos palpitantes
que podrían oxidarse
a pesar que soy un hombre nuevo inmaculado. Te lo juro.
Están los picaportes y tus secretos diarios que diluvias.
Hacia ellos con mis primeros pasos y sin miedo
yo también camino.
Piso con cuidado.
Soy el hombre de los ríos tristes
que no evoca y que no tiene sentido sin heridas.
Soy el hombre muy contuso. Y seré el sumiso si bien pides.
Soy torrente nuevo,
por remotas traiciones respetado
si quisieras.
Aún así; puedo ser el hombre del desierto. Si lo quieres.
Soy el hombre aquí en la mira sentencioso que convoca. Voy a misa.
Abro un libro de poemas. Soy el sordo. Ni te miro.
Se congregan los dolores feligreses de mis astros
y no debes mirarlos con desidia. Pues te hieren..
Se me hielan las espaldas con tus dichos
que goteando están de puñaladas sin sentido.
Soy el hombre roto, te equivocas; no traiciono.
A mi cabeza desembocan esos ritos en desuso.
Siempre creo.
Me trasporto un poco más allá de tu horizonte.
Tengo miedo.
Estos torniquetes son harapos.
Yo no soy; pues me marchito. Te repito.
Hoy me duelen
y no puedo ser el hombre de la calle cuando mientes.
Porque lloro.
Soy el hombre que concurre con feroces francotiradores
pero soy el hombre manso para siempre. Te lo he dicho.
Me disculpo sin fracciones.
Sí hombre.
Sí mujer.
Soy tu confidente. No me mientas. Yo te creo.
Nunca más.
Hoy de nuevo es lunes,
Y me amontono en las primeras letras de este mes.
Me adoso desde el otro lado colindando como era mi pasado
y me atoro desde el niño como todos. Por un rato.
Soy el sibilante, indulgente y expresivo. No he partido.
Me la creo
pues me quedo.
Soy de nuevo un hombre adulto
que tose en la función de ópera con extrañas expresiones
porque al fin y al cabo
soy también un hombre culto. Tú lo sabes. Disimulo.
Tengo ese frío con tres letras que es la tos,
a punto de sufrir esas penurias económicas
y no alcanzo a ese frondoso que tú quieres
y por el cual daría la vida. Si pudiere.
Soy el hombre pobre que te mira con vergüenza
y me rehúso ser moneda postergada en tus bolsillos.
No lo dudes. Estoy tranquilo. Me la puedo.
He visto a mucho disipado en este rito confidente
que se burla de nosotros los creyentes.
Aparte de ustedes; que se cuelan
no conozco otros seres que se crean lectores superiores
y en el cine
ya no alcanza el escenario para tanto contendiente
que aparenta y que no tiene.
Al conducirlos en esta caminata de mi vida, mis queridos;
soy el guía.
Sin mí, estáis perdidos.
Soy el hombre que los burla junto a un árbol grande.
Naturalmente estoy horrible al sugerir alguna sombra
que no entienden. Pero ella lo adivina.
Pues me cree.
Estáis furiosos y ofendidos.
Me sonrío.
Lo noto en vuestras caras de pregunta
pero las llaves de sus posibles puertas son mis llaves
y esas;
no las cedo ni aunque ordenes
Porque miento.
Como ustedes.