Rodar, rodar rodando


Rodar como si traspasara amanecer y amanecer
es lo que hago habitualmente los domingos
No sé si sabes lo que es cruzar de una luz a otra
como si fueras el parachoque blando de una hoja
o lo que es ser
la última herida de un ángel respirando todavía.

Pedaleando rayos entre músculos de una bicicleta
y haciendo el quite a las sombras de los árboles
a los martillazos del maldito corazón que viaja con nosotros
en los que soy urbano y soberano.
Lo digo por lo vasto por lo hondo por lo inmenso
que es el rumbo tomado en esta ruta.
No sé
si sabes.

Rodar rodar como si la vida fuera ruta con el miedo nuestro
entre esquivos remolinos y la armonía breve de las ruedas
en la precaria filigrana de este pedaleo, es lo correcto.
Allí donde nunca el recorrido es suficiente
para huir de lo que sobra en la memoria
y poder cicatrizar.

Rodar rodar por lo doméstico y en lo perpetuo
es lo que vale en el pasto de la berma
en la fugitiva y triste letanía del jadeo
en lo impredecible del aire en una rueda
y en el freno de la duda que sostienes
en la punta de tus dedos.
No sé si sabes
lo que vale.

Ruedan esos miedos ruedan
junto al viaje averno que se cruza en el camino
y para ese caso que acontece me sostengo
del manubrio a gran velocidad volando me flameo.
Recomiendo el equilibrio. Yo sé
que sí sabes.

Pero antes que volar
rodar es lo perfecto.
Controlar el destino de los días, de lo incierto
como siento el silbo de la brisa que tú sientes
es mejor que ese miedo suspensivo
en la mirada rutinaria del silencio fino
que sucede.

Rodar María rodar.
No sabes tú lo que es llorar llorar rodando
lo hermoso que es.